De ahí vienen las notas Extracto del libro «Yo bailo»

De ahí vienen las notas.                                Extracto del libro «Yo bailo»

Vika Biran
Traducción: Ángela Espinosa Ruiz
 
 
segundo día

Hoy me han juzgado y me han sentenciado a quince días. Parece que es el momento de empezar a escribir. Menos mal que no soy Viktor Frankl y puedo escribir en un papel, no en la cabeza.

Ahora me encuentro en una celda de la prisión de Akrestsina. Se han llevado a todas las chicas. Probablemente a juicio. Estuve sola un par de minutos, y luego trajeron a mi celda a L. L.; creo que es una persona sin hogar. Tiene un olor acre y su rostro está un poco magullado. Además, le duelen las piernas: eso lo escuché desde el pasillo, cuando el madero le decía que caminara más rápido. L. susurra: «¿Y seguirá Lukashenka? Ojalá que no. Lo que está ocurriendo no tiene nombre». Y estoy completamente de acuerdo con ella.

L. es algo consciente de la situación política actual. Dice que después de las elecciones «fueron detenidas muchas personas», que hubo «hasta nueve furgones policiales» (más, L., más) y «a uno incluso lo asesinaron» (más, L., también más) .

L. estuvo mucho tiempo sin atreverse a acostarse en la cama de tablas desnudas, pero al final lo hizo. Porque le duelen las piernas.

Querría beber agua, pero no hay agua. La de las botellas se acabó, y el grifo lo han cortado. Probablemente, sería posible pedírsela al madero de guardia junto a la puerta, pero 1) no se apetece pedirle nada 2) lo más probable es que diga que no.

L. parece haberse quedado dormida. Mejor que duerma.

Pensé que como este verano todo el mundo estaba liado con el coronavirus y era imposible irse de viaje en condiciones, pues aquí lo tengo: mi viaje. Por las celdas y prisiones de Belarús.

tercer día

Solo intentando tomarse todo esto como un experimento antropológico se puede encontrar la fuerza para sobrevivir a esta pesadilla. Viktor Frankl, Viktor Frankl…

Todas fueron a juicio ayer. A las chicas les echaron entre siete y quince días, incluso a las más jóvenes, que las miro y siento mucha pena por ellas. Son tan frágiles, tan ingenuas, tan inocentes.

Se burlaron mucho de M. Trabaja en Belsat y tiene «un estatus especial» para ellos. La multaron y la dejaron sentada en el pasillo. Estuvo allí sentada, sentada, y luego vino su oficial de policía y le trajo un nuevo informe, esta vez por resistirse al arresto. La devolvieron a nuestra celda. Somos siete para cinco camas.

Por la mañana, antes del juicio, se llevaron los colchones. Pensamos que se debía al hecho de que pronto nos trasladarían (por ejemplo, a Zhodzina), pero poco a poco fue llegando el almuerzo, pasó la hora de la cena, y todavía no nos habían sacado (nota: aquí quería decir que no nos habían trasladado, por supuesto). Estuvimos golpeando la puerta y pulsando el botón, y la respuesta fue: «Estáis castigadas, no va a haber colchones, y os quedáis en la celda las siete». ¿Cómo? ¿Por qué? Después de que la puerta se cerrara, comenzamos a hablar de lo que estaba pasando. Nos pusieron en tablas de madera desnudas, siete para cinco camas. Vale, teníamos agua (aunque estuvo cortada un rato), no hacía mucho frío en la celda, pero eso era si nos empeñábamos en buscar el lado bueno. ¿Qué más podemos hacer aquí?

Una de las chicas, U., es abogada, y tiene la capacidad de ver lo maravilloso, lo positivo hasta en la mierda más grande (diría algo así como «pero tiene forma de corazón»). Incluso ella lloró ayer y dijo que, a pesar de todo su amor por la humanidad, por fin había llegado: la primera vez que sentía odio.

*** se llevan a N. a un nuevo juicio.

cuarto día

Ayer nos trasladaron a alguna parte. Parece que a Zhodzina. El solo hecho de moverme en el espacio, sin importar a dónde, fue ya una alegría. En la pequeña celda de Akrestsina estaba empezando a volverme un poco loca. Resultó que a L. la iban moviendo de celda en celda. Se la dejaron a alguien para pasar la noche. A nosotras nos devolvieron los colchones por la noche, pero a las otras chicas no. Así que durmieron las tres en una celda doble sin colchones sobre las tablas desnudas con su vecina L.

Llegamos. Vimos perros pastores por una grieta. Recordamos la historia de que este es otro elemento de presión psicológica: los perros. Que los tienen sujetos con una correa súper corta y que ladran agresivamente a ambos lados del camino mientras vas andando.

Caminamos por un largo sótano. Oscuro, frío, parecía ser interminable. «¡Nos pegamos al lado izquierdo! ¡Nos pegamos al lado derecho! ¡Las manos detrás de la espalda! ¡No cojáis nada del suelo!» Al mismo tiempo, a los chicos los golpeaban con palos.

Nos pusieron en fila: «¡Manos arriba! ¡Más arriba! ¡No te agarres a la reja! ¡Manos hacia afuera!» Una estampa de información. Palmas hacia afuera, ¿cómo se hace eso, en serio? No se sabe. Me puse a mirar por el rabillo del ojo para entenderlo. Inclinamos la cabeza con las manos: «¡La cabeza más abajo! ¡Más baja! ¿Qué es lo que no os queda claro?» A los chicos además les pegaron en las piernas con las porras: «¡Las piernas más apartadas!»

Entramos en la celda. «¡De cara a la pared! ¡Las manos detrás de la espalda! Yo digo el apellido y vosotros el nombre, el patronímico y la fecha de nacimiento». A 2001 y 2002 respondía con las palabras «la puta» o «joder».

«Todas las acciones se realizan solo por orden de los empleados. Cualquier otra acción puede ser considerada una amenaza, por lo que la violencia física legal con el uso de medios especiales puede ser utilizada en su contra. Está prohibido acostarse en camas entre las seis de la mañana y las diez de la noche. La hora de levantarse son las seis de la mañana».

Volvieron varias veces: «¿Quién no puede dormir? ¿Queréis salir al pasillo?» Yo dormía con tapones en los oídos, pero aún así escuchaba cómo traían gente nueva: gritos, porras. No tenía fuerzas para empatizar. Me concentraba en conciliar el sueño. Me desperté por el frío, me puse unos pantalones sobre los leggings. Me quedó claro por qué necesitaba ropa de abrigo.

Empiezo a escribir con letra más pequeña para usar menos tinta. Accidentalmente me llevé este bolígrafo de Akrestsina. ¡No pretendía llevármelo! Lo encontré en mi bolsa de aseo. Probablemente su dueña me odiaba. ¡Pero fue sin querer! No sé cómo pasó. Este bolígrafo ilegal (parece que están prohibidos aquí) podría salvarme la vida

quinto día

Charlamos con nuestros vecinos a través de la batería: Vi-va Be-la-rús y Cre-e-mos, po-de-mos, ven-ce-re-mos. En los mítines no suelo gritar mucho esas cosas, pero aquí sí 🙂

Sigo sorprendiéndome a mí misma mirando esa maldita puerta. Es una fuente de peligro. También guarda esperanza y eventos alegres como una carta o un paquete. También tiene confrontaciones y la protección de nuestras fronteras.

En nuestra celda hubo un registro. Eso significa que nos sacaron a todas, y en ese momento (una persona) estaba rebuscando entre nuestras cosas, tirándolas al suelo, volteando nuestras bolsas. Así que se llevaron mis notas. (nota: de hecho, solo una hoja, ya que prudentemente había escondido todo lo demás. Pero desde entonces he ido demarcando muy claramente cuáles de mis notas puedo dejar a la vista y cuáles debo guardar en un escondite). La pregunta es, ¿para qué hacen estos registros? Después de todo, todas nuestras cosas ya han sido inspeccionadas diligentemente tanto en Akrestsina como en Zhodzina. No podemos traer nada «prohibido» aquí. La tinta y el papel no están prohibidos. Pero resulta que los pensamientos transferidos al papel sí que están prohibidos. Vigilar y castigar. ¿Cuáles son los castigos por tener pensamientos? Y también preguntan: «¿Tenéis elementos prohibidos en la celda? ¿Armas, drogas?» (nota: sí, maldita sea, dos kalashnikovs y un poco de speed).

Hoy nos rompieron el vidrio de la puerta. A las seis de la mañana lo golpearon con una porra, y el vidrio no aguantó. Es lo que hay.

A menudo me duermo con algún pensamiento perturbador. Hay bastantes circunstancias que contribuyen a su aparición. Mis sueños también son duros, a menudo con algún tipo de contexto sexual, pero no el más agradable, y siento que sobro.

pero eso es todo, estoy intentando contenerme, porque nos lo quitan todo, lo leen. No pasa nada, los pensamientos no pueden llevárselos. Mis pensamientos están siempre conmigo.

Soñé que estaba trabajando en el teatro otra vez, no podía recordar mi última línea y me gritaban. me desperté, y estaba en la prisión. ¡Qué felicidad! 🙂

Cuando sale una chica, barren y recogen la basura hasta el umbral. Para que no vuelva nunca.

Comunicación

Te permite sobrevivir y requiere mucha fuerza. Excusar al agresor, el sexismo, los trolls homófobos, la obstrucción de las ondas de radio, las payasadas narcisistas, etc. — todo esto es captado por el cerebro, pero, a diferencia de la vida ordinaria, aquí la elección de mis reacciones se reduce significativamente. Yo, por ejemplo, no puedo simplemente levantarme e irme 🙂 Mantener un ambiente agradable aquí es una tarea de lo más importante, así que marco algunos momentos y guardo silencio tapándome la boca con un trapo. ya lo procesaré cuando salga en libertad. Mientras tanto, mi trabajo es sobrevivir.

Traslado

Una nueva celda. Parece que pasaré aquí los últimos cinco días de mi encarcelamiento. A menos que me añadan otra condena: una nueva fobia que tengo. Cuál es la diferencia:

• La gente. Hay diez personas aquí, lo que significa más comunicación. (nota: los últimos días los pasé con solo una chica más)

• Comodidad. Aquí la gente cambia, vienen nuevas personas a reemplazar a las anteriores y reciben libros, comida, vasos, etc. como «dote». Mi celda anterior estaba vacía, empezamos a llenarla con algunas de esas cosas. Además hay dos ventanas, clasifican la basura, limpian el inodoro con un cepillo de dientes y cantan canciones de cuna por la noche. (nota – después empecé a cantar yo también).

Bueno, nos llegó una nueva y afectó profundamente la dinámica del grupo. Al principio sentí compasión por ella. En plan, era una mujer mayor, le dolían las articulaciones, pero después de eso me hizo enojar, pero bien. Pretendía darnos lecciones, devaluar nuestros sentimientos, violaba furiosamente nuestros límites, nos daba consejos no deseados. Aquí estamos todas conectadas. ¡Brr, fue muy duro! Y no había manera de escapar de ella. Aquí estamos todas conectadas.

Estamos obligadas a estar «juntas». Menos mal que no se quedó con nosotras más de dos días. Igualmente la abracé para despedirme, como a las demás. Ella estaba sonriendo. Nunca nos volveremos a encontrar de todos modos.

No nos dejan dormir ni acostarnos en la cama durante el día. Estamos obligadas a sentarnos en un banco estrecho y duro a la mesa. Dormimos por la noche con una luz brillante (como la luz del día). Encima, la menstruación.

Quiero salir, pero ya. Ya está bien. Una vez más, sigo siendo la más «vieja» de la celda, todas las «mías» (todas a las que les dio tiempo a hacerse de las «mías») se han ido ya. Obtuve algo de información sobre H. Varios de los guardias cotillean sobre él. Lo llaman travesti. Parece ser que también le han echado quince días y está en confinamiento solitario. Porque no sabían si ponerlo con los chicos o con las chicas. Puedo imaginar cómo se encuentra en esa situación, y mi paso por la prisión ya no parece tan trágico.

Siento presión en las sienes. Llevo cinco días sin que me dé el aire.

Envié tres cartas y recibí una a cambio. De mamá. Garabateó unas palabras en casi dos tercios de la página, pero lo acepto con gratitud. Esto es todo lo que me puede ofrecer. Espero que no esté demasiado preocupada por mí ahí fuera. Igual que M., que me manda paquetes. Como F. (nota: la carta de mi madre es la única que recibí durante toda mi condena).

Oh, ojalá que esta experiencia terminara ya para reflexionar sobre ella desde la distancia.

Día quince, el último. Me vuelve loca intentar encontrar cómo entretenerme, comer solamente carbohidratos, dormir con luz, despertarme a las seis de la mañana, SENTARME⁠ EN EL BANCO. Mi pobre columna vertebral, mi pobre pantorrilla, mi pobre cerebro. Saldré, y os daré mucho, mucho amor.

***
En la celda, a menudo imaginaba que todo lo que estaba sucediendo era una aventura, un juego. Recibí una copia del informe, no admití mi culpabilidad, no fui a las «conversaciones», no presenté mis huellas dactilares, mi teléfono no cayó en las manos equivocadas… Pero maldita sea, permití que mis tatuajes fueran fotografiados y no conté con suficiente cuidado el dinero al salir. Los carceleros me robaron diez rublos. No lo documenté, estaba demasiado feliz por salir. Simplemente, creedme.

Y todavía no me permitía ser del todo feliz con mi rápida salida, porque sabía que después de esos quince días se me podían llevar para otros quince. Una vez y otra vez. Estaba pensando en cómo informar delicadamente a mis amigos para que saliéramos lo más rápido posible por la puerta, para que no se me sirviera otra citación y para que mis amigos no pensaran que me había vuelto completamente loca en la celda.
Conseguí ganar el juego.