POEMAS

 

Tetiana Nechai (Malenka)
Traducción: Ángela Espinosa Ruiz

 

***
A las 6 de la mañana cortar los tallos de las rosas medio marchitas,
ponerlas, como bebés, en un jarrón con agua,
cuando los drones Shahed truenan sobre la casa
y trazando caminos de fuego cortan el cielo.
Rezar, esperar el final y el amanecer,
que Dios nos de un nuevo día por adelantado.
Encender la música, beber té, untar el pan, cortar una manzana.
Juntar las cosas que llevarle al paritorio a una amiga que ya está sola,
que se atrevió a quedarse embarazada en la guerra,
a pedir por sí misma y por ella a la Virgen, como un ligero humo que
salía del ático de enfrente.
„La vida es una manzana y hay que morderla con la piel“, escribió Sepehri.
Y meto en la bolsa manzanas rojas, caquis naranjas,
una bata, zapatillas, pañales.
Hay vida.
Mientras suena la música, la chimenea arde y el sol sale.

***
F.R.
No hay retaguardia.
En un año y medio de invasión, 28000 viviendas fueron destruidas en la región de Kiev.
En una noche, los drones dañaron 1760 casas a 10 km de la central nuclear de Khmelnytskyi.
En veinticuatro horas, se amputaron 1334 extremidades en hospitales y se
usaron 763 prótesis en huesos cubiertos de piel en centros de rehabilitación.
En un día de guerra, 650 soldados fueron enterrados en las aldeas,
cuyas madres dieron las gracias a sus hermanos por el cuerpo de su hijo,
mientras que otras preguntaban a los sacerdotes cómo rezar,
cuando llevan nueve meses sin tener ni el cuerpo ni noticia alguna.

Leo en una red social el post en verso libre de un soldado de infantería nacido en 1993
que decía que todo lo que tuvo en su infancia era de segunda mano: la
ropa de su hermano, la vieja bicicleta de marca „Ukraina“ de su padre,
y ahora la ametralladora RPK, que arrastra de trinchera en trinchera,
como esa „Ukraina“ con una rueda perforada y un manillar arreglado con cinta aislante.
Todos la arrastramos.
Él, como el hijo de mi vecino, lleva más de un año sin volver a casa,
y yo le escribo que hoy las manzanas zumban ruidosamente y los fuertes vientos  rompen las ramas.
Y que ayer nuestro viejo Armen, voluntario desde 2014, trajo todo lo necesario,
y Nika trajo nueve cachorros que nadie quiere adoptar.

„Sí hay retaguardia“, dice, „porque, ¿para qué estamos aquí?“
Él lo sabe: por la mañana un camión traerá pan fresco al pueblo,
los conserjes rastrillarán las hojas, los niños irán a la escuela;
en el hospital, las mujeres darán a luz,
los médicos recorrerán las salas, las enfermeras pondrán goteros
y desde la cocina del jardín de infantes de al lado saldrá u olor a gachas de leche. Hay
retaguardia. Y a ver si alguien se atreve a decir que hay una brecha entre ella y la línea del frente.
Está bordado con
dos marcas de verificación brillantes: ¡leído! – en Viber y Telegram,
donaciones, caminos y autobuses de voluntarios.

…Y la poesía que se escribe tanto allí como de este lado de las trincheras.

***
Ellos. Han golpeado. Con un misil. Un paritorio.
Exhala. El misil golpeó toda la tangente. Los oficiales del Servicio
Estatal de Emergencias sacaron a cuatro mujeres que estaban de parto.
Entre ellas una, la más joven, María,
dijo que no tenía miedo, que ella provenía de la línea de David,
llamaba a José,
preguntó si no lo habían visto. Brotaban lirios
blancos que olían a nieve sucia,
cubierta de pólvora, fragmentos de ladrillo, marcos de ventanas, vidrios rotos.
Y la paloma blanca se sentó en su hombro cuando ella,
acostada en una camilla,
trató de abrocharse el abrigo
de invierno al menos con los botones.

***
En memoria de Maksym Kryvtsov
1.
A Herodes lo que es de Herodes. A Judas lo que es de Judas.
A Cristo le den el Gólgota.
A todos nosotros, la guerra y amén.
Dios envía a un niño.
Exhala poemas. Llega a la Tierra, le dicen: – ¡Ten!
Toma tu arma, con ella matan,
Por las ventanas del hospital.
Detrás de él, ya ves, el cielo. Allí vuelan, vuelan.
Cuando se rompe la cuerda final.
2.
Están sentados en el punto más alto de la escombrera del Dombás – „el gólgota“-
Un niño soldado escribiendo poesía y un gato rubio.
Se asoman al borde del cielo flamígero.
– ¿Vamos? – dice el soldado.
– ¿A dónde? -pregunta el gato.
– Allí, al rosado cielo flamígero.
– Debo decirte que no sé volar.
– Yo tampoco.
– Entonces, ¿cómo?
– Eso lo sabe El que cuelga la grosella rosa del sol.
– No me gustan las grosellas, prefiero los ratones.
Habrá murciélagos blancos. Mira ahí:
no hay disparos ni sangre, solo la grosella del sol y las nubes voladoras de ratones.
Te convertirás en una nube, igual que yo.
– ¿Igual que tú?
– Verás desde arriba esta tierra quemada y mutilada, similar a una flor de metal forjado, ardiente y quemada. Veremos a aquellos que habíamos perdido y que nunca volverán.
„A Batman, al ladrón, a Jesús“.
– Sí, los echo de menos. Esta guerra probablemente durará otro año, y dos, y tres… como la bronquitis crónica. Estoy cansado, gatito.
– Vámonos.
3.
Si Jesús fuera un dibujo animado,
probablemente tendría este aspecto:
destacaría por su figura enjuta,
su pelo largo y una mirada
imposible de olvidar.
Y también por unas manos con dedos delgados,
que tocan instrumentos musicales,
escriben poemas en un cuaderno,
posiblemente dibujen
o tallen esculturas de madera,
y, al fin, parten el pan de la Eucaristía.
Perdónanos, Maksym, hijo de Dios.

***
Ella pide en línea en invierno
Bulbos de gladiolo amarillo.
Precisamente el amarillo es el color favorito de él, y volverá
cuando el sol dorado se extienda sobre el agua
y el campo de trigo esté en pleno esplendor,
al final, cuando reine
el color del otoño y del sotobosque susurrante.
Apenas se conocen;
entre ellos en su tiempo libre en Messenger
se teje una delgada red de conversación,
entre ellos hay nieve y frentes, zanjas y estrías,
la amenaza real de no verse nunca.
Pero él protege bien con palmas de callos
la flor amarilla de su vela de trinchera,
como la respiración de ella,
como la última barra de pan,
como el cabello dorado y la mirada cálida,
que lo observa todos los días desde el salvapantallas de un móvil cascado.
… Volverá

***
El sacerdote del pueblo con las manos rotas por el trabajo,
con tierra sucia debajo de las uñas,
con el olor de las hierbas segadas y los tallos del jardín
sostiene el Evangelio sobre nuestras cabezas.
Y estos olores atraviesan la túnica y el incienso ahumado.

Sus ojos son de un azul frío, como un lago otoñal.
En primavera eran todavía amables cuando hablaba de las golondrinas
Que habían hecho varios nidos bajo su tejado,
Como para asegurarse
de dar a sus pequeños huevos tibios la mejor protección contra los disparos.

Los tanques pasaron a 12 km al norte del pueblo,
rodeado de ríos y pantanos.
Y él oró y oró en el templo inacabado,
bendiciendo las ramas de su gente. Cestas de Pascua,
amapola y hierbas, manzanas y miel.
Despidió a las golondrinas que iban al sur y esperó
Noticias o el cuerpo de su hijo.
Y cada vez que la gente se dispersaba después de salir
se ponía de rodillas en medio del templo y rogaba:
– Cuida, Señor, de su alma, cuídala.
Porque yo no puedo.

***
Se congela en la multitud en la estación
al sonido de un metrónomo a las 9 de la mañana,
cuando el país debe estar en el porche
entre la muerte y memoria. Pero la gente sigue,
pasa de largo sin tener ni un minuto.
Las ruedas de las maletas traquetean incansablemente.
Él lo siente: la guerra está tan cerca
como el aire de su pueblo está lejos de un guerrero.
La capital zumba. Hace un calor insoportable.
Julio derrite los techos, dan armas en  el frente.
„Dios“, susurra, „quédate con ellos y conmigo“.
Tira la mochila donde guardó la ropa de camuflaje.
Siente una corriente de aire fría en la espalda.
Y, cual monje asceta,
bebe agua bajo el sol. De pie sobre una prótesis:
como el verano, pero helado y resbaladizo.
La guerra, como un tren, está insoportablemente cerca.