POEMAS

 

Tetiana Hladysh
Traducción: Ángela Espinosa Ruiz

 

 
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cuando se haga vieja
y se vuelva loca
soñará con el gato pelirrojo
que se dejó en casa
bajo fuego enemigo

soñará todas las noches
que, como un saco de huesos quebradizos,
cae al suelo
se cubre la cabeza con las manos
y lo llama
por su nombre gatuno

su penetrante grito chamuscado
despertará a todos en una casa ajena
destrozará su pacífico cielo
porque los gatos pelirrojos
se quedan a vivir
donde silban cohetes y bombas
donde se atasca en el corazón
la guerra

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aquel invierno oscuro y frío
me traías leche y pan
yo te abría la puerta
porque lo único que queríamos
aquel oscuro invierno
era tenernos el uno al otro

tus manos olían a calor
y escuchabas cómo desde las profundidades de la habitación
se derramaba algo de los Escorpiones
y probablemente oyeras
cómo desde las profundidades de mi ser
se abría también una puerta

la ciudad cobró vida entonces
como la luz cobró vida en las ventanas
como se encendieron las lavadoras y los teléfonos
el agua murmuraba en los grifos
aún no sabía
si llegaría la primavera…

aún no sabía
que cuando llegara la primavera
me encontrarías
en una cocina ajena pequeñita
un trozo de tierra congelada
que llamarías por su nombre

y exhalaría
en tu hombro todo el frío
mientras que desde las profundidades de la habitación
se derramaría algo de los Escorpiones
mientras tú me sostendrías en tus brazos
y te respirarías en mí

mientras seamos reales y estemos vivos
nos tendremos el uno al otro

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venimos de esas tierras
donde los niños por todas partes eran de todos
donde una tita agotada de trabajar
nos sentaba en taburetes altos de madera
nos servía platos llenos de borscht
y nos decía: que os lo comáis todo

después nos dejaba arrancar cerezas –
pero no os comáis las verdes,
mientras ella nos montaba columpios y casitas
le valía la pena el esfuerzo
porque sonreía cuando nos escuchaba
cantar y columpiarnos cada vez más y más alto

y más que nada en ese momento
no amábamos los columpios y las alturas
ni nuestras canciones para toda la calle
sino la sonrisa fatigada de la tita
que nos brillaba al doblar la esquina de la cocina estival
y nos hacía suyos por todas partes